Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1888-1889 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 15 de diciembre de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Montero Ríos
Número y páginas del Diario de Sesiones: 13, 220-222
Tema: Interpelación del Sr. Romero Robledo sobre la solución dada a la última crisis ministerial

Debo empezar por dar las gracias más expresivas y más cariñosas a mi querido y distinguido amigo el Sr. Montero Ríos por las explicaciones que le hemos oído respecto al incidente de que tienen noticia los Sres. Diputados. Estas explicaciones seguramente no hacían falta, porque lo ocurrido con algunos amigos del Sr. Montero Ríos es lo que ha ocurrido siempre, no sólo en la época del Gobierno actual, sino en la de todos los demás Gobiernos, con tanto mayor motivo cuanto que las aspiraciones que podían tener de formar parte de la Comisión de presupuestos algunos de los amigos del Sr. Montero Ríos, las hicieron presentes al Gobierno, y éste no tuvo inconveniente en aceptarlas en cuanto fuera posible dentro de las obligaciones que al mismo Gobierno creaba ya la candidatura recomendada: para mí no hacía falta, repito, las declaraciones terminantes del Sr. Montero Ríos; pero bueno es que las haya oído el Congreso por si para algunos Sres. Diputados pudieran ser necesarias.

Y digo que no hacían falta, porque esas mismas declaraciones me las había hecho particularmente el Sr. Montero Ríos, y yo las acogí con la gratitud y el cariño que le debo por los servicios que tiene prestados al partido liberal. Una vez hechas en público, se evitarán ciertos comentarios que han sido verdaderamente injustos, pero en los cuales ni el Gobierno en general ni yo hemos tenido nada que ver.

En cuanto al Sr. Gamazo, yo debo declarar que no ha sido mi ánimo en manera alguna atribuir a S.S. lo que supone; que no ha sido mi ánimo dirigirle injurias que soy incapaz de dirigir a nadie, y mucho menos a S.S.

Si yo me referí a lo que S.S. había hecho así como a manera de programa, fue para decirle que realmente no acertaba a comprender para qué había tomado la palabra el Sr. Gamazo, ni sabía para qué había pronunciado las elocuentes que dirigió al Congreso, porque respecto del programa no había necesidad, toda vez que S.S. no ha dicho ni más ni menos que lo que yo he expuesto, menos elocuentemente que S.S., pero con el mismo buen deseo y con la misma buena voluntad que el Sr. Gamazo.

No hacía falta eso, decía yo; y añadía: ¿para qué, pues, ha hecho el Sr. Gamazo este programa? Pues ha sido para venir después a dar explicaciones que, después de todo, no necesitaba exponer, pero de las cuales resultaba que, sin quererlo, S.S. ponía como tipo de Diputados ministeriales por encima de todos los demás Diputados a los que están al lado de S.S. Y sólo en ese concepto, decía yo, y para venir a esa conclusión verdaderamente extraña, es como S.S. ha podido hacer un programa. De todos modos, nunca fue mi ánimo suponer que el Sr. Gamazo hacía ese programa para disputarme el puesto, ni para disputárselo al que pudiera ocupar mañana mi lugar. Yo debo declarar, además, que no sólo no ha estado eso en mi ánimo, sino que los rumores a que S.S. se refiere no han llegado hasta mí; que si hubiesen llegado, yo los hubiera contradicho con la misma energía, con la misma severidad con que S.S. lo ha hecho.

No tiene, pues, ningún motivo el Sr. Gamazo para estar resentido conmigo por esto, pero mucho menos lo tiene para estarlo por lo que concierne a ciertas calificaciones, a ciertos adjetivos que yo empleé para determinados actos.

Yo hablé de insensatez respecto de ciertas medidas económicas, porque como S.S. hablaba de que el Gobierno no había hecho, en concepto de S.S., todo lo que la agricultura necesita, y además, yo declaro que en concepto del Gobierno mismo tampoco ha hecho éste todo lo que el estado de la agricultura exige, aunque cree haber hecho todo lo que ha podido hacer, yo afirmaba que podía el Gobierno caminar más de prisa en ciertas cuestiones, y que en aquellas que sólo la resolución del Gobierno dependen, se ha apresurado a hacerlo hasta con precipitación, con un deseo y con una actividad como hasta ahora no ha demostrado Gobierno alguno; pero que respecto de otras cuestiones, me parecía imposible proceder sin una gran prudencia, sin mucho pulso y sin dar tiempo al tiempo. Por ejemplo, en la modificación o reforma de la tributación y en la nivelación de las cargas públicas, ¿no decía yo que en este punto no podía darse paso alguno, sino con tiempo y paulatinamente, porque sería una insensatez proceder de otra manera y pretender resolverlo todo en un día o en un mes? Pues como supongo que el Sr. Gamazo no puede tener la pretensión de hacer lo contrario, claro está que la pretensión de hacer lo contrario, claro está que la palabra insensatez, que por lo visto le ha sonado mal, no iba dirigida a S.S. Lo que hay es que, como en las cuestiones económicas no sólo hace el Sr. Gamazo oposición al Gobierno, sino que la hacen otras personas y otras corporaciones, a esas personas y a esas entidades van encaminadas mis observaciones.

En todo lo demás yo asentaba una tesis que el señor Gamazo no podrá menos de reconocer como exacta; y es, que ciertos procedimientos debilitan a la mayoría, desprestigian a los partidos y hacen imposible la marcha regular de los Gobiernos. [220]

Y todavía en la explicación que yo di de la crisis, y en la contestación que luego opuse, no me acuerdo a qué Sr. Diputado, porque como todos los días hablo dos o tres veces, ya he perdido la memoria de los Diputados a quienes he contestado; en esa contestación tuve buen cuidado de decir que si la mayoría se conducía como se conducen las que yo llamo mayorías buenas, aquí no ha pasado nada; queriendo advertir que no conviene, y en esto no podrá menos de estar conforme conmigo el Sr. Gamazo, mi distinguido y querido amigo, que ciertos espectáculos se repitan; porque todo eso que yo lamento ha podido hacerse en la mejor armonía, en medio de la mayor concordia, como yo deseo que hagamos las cosas siempre el Sr. Gamazo y yo, pero no en la forma en que se hizo, por los muchos y graves inconvenientes que produce, y que es seguro que a la perspicacia y al agudo talento de S.S. no se ocultarán; mucho más cuando S.S., que ha sido Gobierno y que volverá a serlo, o por mejor decir, que no lo es porque S.S. no quiere, porque una de las mayores satisfacciones que yo podía tener sería que estuviera a mi lado en el Gabinete, sabe que ciertos medios no son buenos ni para la mayoría, ni para el partido, ni para el Gobierno.

Por lo demás, ¿qué interés había yo de tener en ofender a S.S.? Lo que yo quería era sostener los derechos del Gobierno respecto de la mayoría, porque no hay duda que los tiene, como los tienen respecto de las minorías sus Juntas directivas o sus jefes. Y esto lo establecía yo en tesis general, sin aludir a nadie, pero con el deseo de que el Sr. Gamazo conviniera conmigo en que si los Diputados de la mayoría no hacen caso de las indicaciones del Gobierno, y los de las minorías tampoco atienden las de sus jefes o Juntas directivas, no hay mayorías, ni minorías, ni Parlamentos, ni Gobiernos posibles.

El Sr. Gamazo me va a permitir que le diga, en prueba del cariño que le tengo y con toda la franqueza, que al hablar S.S. de su actitud y de la actitud de sus amigos, parece que crea una especie de hueste parlamentaria separada de la mayoría, y en esto hace mal; esto no es de buen efecto, porque hoy se crea esa hueste con motivo de las cuestiones económicas, mañana se creará otra parecida con pretexto de otra cuestión; pasado mañana otra, y resultará, en definitiva, que no habrá mayoría, sino una conglomeración de diferentes grupos con su capitán a la cabeza, o sea diversas minorías que constituyan una mayoría.

Y como esto no puede ser, ni conviene que suceda, debo declarar que aquí no hay más grupo que la mayoría, ni hoy por hoy más jefe en ella que el jefe del partido y el jefe del Gobierno; todo lo que no sea esto, es introducir los recelos y las desconfianzas entre esos que se llaman grupos y el resto de la mayoría, con daño para S.S., para sus amigos, para la mayoría misma y para el Gobierno. (Aprobación).

Y además, señores, esto traería otro inconveniente gravísimo: esto crearía, Sres. Diputados, una especie de institución, o no sé cómo llamarle; pero en fin, vendría a crear aquí una cosa que todos estamos interesados en perseguir en todas partes. Todos creemos que es preciso hacer desaparecer el caciquismo rural, el caciquismo en los pueblos. ¡Por Dios, señores Diputados, no contribuyamos a crear el caciquismo parlamentario, que sería el peor de todos los caciquismos! (Muestras de aprobación).

El Sr. Gamazo cree autorizada la conducta de sus amigos en las Secciones, porque públicamente han votado en contra del Gobierno en las cuestiones económicas. Pues bien; yo he declarado, he dicho varias veces a S.S. que hacía bien en sostener las ideas económicas que profesa, porque eso no entorpece a su situación dentro del partido liberal; pero así como reconozco eso, debo decir también que entonces no se trataba de defender ideas económicas, sino de cierto procedimiento que, sin quererlo S.S. y contra su voluntad, puede contribuir a fomentar la indisciplina de los partidos, y bajo ese concepto juzgo yo la conducta de los amigos de S.S. en este punto; no bajo el de que no tengan libertad amplísima para defender sus ideas económicas dentro de la mayoría y frente a las ideas económicas del Gobierno, porque eso ha sucedido en el partido liberal, en el partido conservador y en todos los partidos.

Por lo demás, yo debo decir al Sr. Gamazo que, lejos de haber cierta displicencia en mis palabras respecto de S.S., lejos de creer que puede ser un estorbo en la mayoría y un estorbo en el partido, creo, por el contrario, que S.S. es un elemento necesario en el partido y que yo aprecio en lo que vale. Su señoría sabe muy bien que cuando ha estado a mi lado en el Gobierno bien, estaba con mucho gusto mío; que dejó el Gobierno bien a pesar mío, y que por mí continuaría siendo todavía Ministro.

Su señoría sabe, además, que, cuando me ha expuesto sus opiniones económicas respecto a algunos puntos concretos, al hacerle ciertas objeciones, yo confío mucho en la serenidad de juicio de S.S., en su talento y en su prudencia, le he dicho que debía venir al banco azul a practicar sus ideas, porque tengo la seguridad de que S.S. no podía hacer nada que fuera perjudicial a los intereses del país, y ¡ojalá hubiera S.S. querido venir! Su señoría sabe también que ya que no ha tenido en la difícil misión de la Gobernación del Estado, he procurado que vinieran personas que pudieran representar sus aspiraciones y sus deseos, y he procurado traerlas para discutir en el Gobierno las cuestiones económicas y llevar a la práctica aquellas a que no se opusieran los rozamientos de la realidad.

Pues qué, ¿no he manifestado yo mi deseo de que no sólo continúe S.S. en el partido, sino de que, a ser posible, venga a mi lado a resolver estas cuestiones, a debatirlas, a discutirlas y a resolverlas, en cuanto no se opongan a las exigencias del servicio público, y en cuanto sean compatibles con la necesidad que hay de mantener el equilibrio de los intereses públicos? Pues eso que he dicho antes, lo repito ahora.

Tan lejos estoy de suponer que S.S. pueda ser un obstáculo en el partido liberal, que hoy mismo sostengo y hago aquí solemne declaración de que si S.S. (dada la confianza que yo tengo en su talento, de que no ha de hacer nada que pueda perturbar los servicios públicos, de que no ha de hacer nada que sea inconveniente a la marcha regular y ordenada de la gobernación del Estado) quiere venir a este banco a practicar en cuanto sea posible las ideas económicas que profesa, yo respondo a S.S. de que el actual Ministro de Hacienda le dejará su puesto, y yo tendré mucho gusto en proponer el nombre del Sr. Gamazo a S. M. la Reina para que ocupe aquel departamento. (Aplausos, muy bien, muy bien). [221]

Y así como el Sr. Gamazo se ha dolido de ciertas cosas que le han podido parecer duras en mis labios tratándose de S.S., yo me duelo también de que S.S. haya llegado a pensar que puede ser estorbo para mí dentro del partido liberal; para mí, que en cuanto he podido, porque S.S. lo sabe bien, en cuanto he podido, y siento no haber podido más, sólo he querido darle siempre pruebas de cariño, de sincera amistad, porque tengo, debo declararlo, verdadera debilidad por S.S.

Pero S.S. me ha de permitir que, queriéndole mucho como le quiero, quiera yo más la dignidad de mi partido y la dignidad del Gobierno, y que allí donde pueda verlas quebrantadas, salte hasta por cima del cariño, a pesar del que le tengo al Sr. Gamazo.

Yo que deseo que la dignidad de la mayoría y la dignidad de mi partido queden siempre por cima de toda otra consideración, apelo al Sr. Gamazo para que me ayude a conseguir que esa dignidad no tenga el menor quebranto en ninguna ocasión ni por ningún motivo.

Y después de esto, nada tengo que decir. El señor Gamazo puede estar tranquilo en el puesto que ocupa dentro del partido liberal, puesto eminente como corresponde a sus servicios y merecimientos. Bien estamos los dos donde estamos. (Risas).

Declaro y me figuro la interpretación que han dado a mis palabras; declaro que bien estamos los dos donde estamos, porque el Sr. Gamazo está muy a gusto donde está; que si quisiera estar en otra parte, hace tiempo que estaría. Pero bueno será, siquiera para evitar ciertas interpretaciones, que el señor Gamazo y yo hagamos todo lo posible para que ciertos actos no se repitan; con esto todos quedaremos bien, mayoría, partido y Gobierno. Su señoría podrá sostener sus ideas económicas como lo tenga por conveniente; yo, en lo que pueda, he de satisfacer las aspiraciones de S.S., y únicamente me opondré a ello cuando crea que los intereses generales del país se oponen; que de otra manera, en armonía y en la mayor concordia con S.S. he de proceder; porque su señoría, que tiene un gran interés, que manifiesta un gran deseo por aliviar a la clase proletaria y a la clase agricultora del país, no me gana a mí en interés ni en deseo.

Yo no digo que lo tenga mayor que S.S., pero por lo menos el mismo; y puesto que todos lo tenemos, no sólo S.S. y yo y sus amigos, sino todos los Diputados de la mayoría, y aún los de las minorías, porque todos nos interesamos por la suerte y por la prosperidad del país, crea S.S. que si en algunas cosas no puedo corresponder a sus deseos, no es porque yo no tenga el mismo interés que S.S., sino porque otras consideraciones superiores se opondrán a ello. Sobre todo, aquello en que estemos en discordancia, discutiremos S.S. y yo, y en todos los puntos en que nos pongamos de acuerdo, se realizará nuestro pensamiento; y en los que no convengamos, yo espero convencer a S.S.; pero si no logro acompañarle en sus deseos, no será porque los míos sean menores, sino porque la situación del Gobierno se oponga a ello; en otro caso, con mucho gusto le acompañaría en todo, como yo deseo que S.S. me acompañe a mí. [222]



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